noviembre 3, 2024

¿Puede el miedo a perder a un cónyuge influir en el ritual?

Como solía decir, la pareja sola forma una entidad plena y completa, una especie de tercera persona simbólica que es bueno prescindir, no son ni lo uno ni lo otro.

Representa al mismo tiempo una fusión de las personalidades con lo que a veces ocultan de ambigüedad o de incoherencia, incluso de discordancia pero siempre con este equilibrio que permite permanecer erguido mientras vacila naturalmente, como durante un paseo: un pie primero y luego el otro al frente, esto en un movimiento alterno y separado pero ciertamente en concierto en una y la misma dirección final.

Efectos en las parejas con ritual

Esto es lo que hace que un gran número de practicantes diga, especialmente en el coaching matrimonial, que la pareja es mucho mayor que la suma de sus dos cónyuges, si no obstante, tal cálculo erudito fue fácil accesible.

En un dominio más cerrado como el que conduce por caminos más esotéricos e iniciativos, la pareja es también una entidad mayor en el simbolismo de los amarres de amor sólidos, ya que representa la unión de dos polaridades, femenina y masculina, que se expresan, dando muchas ecuaciones complejas para resolver en términos de buen progreso existencial y evolución.

Ritual y apoyo en la pareja

Perder el rumbo es el miedo inicial y persistente de quien desea seguir siguiéndoles aunque sea el compañero el que los tenga delante para marcar el camino, por lo que también está al mismo tiempo el miedo de perder evidentemente el compañero, sino también su propia satisfacción en realizar este trabajo realmente gratificante de puesta en perspectiva que trae ese suplemento de alma.

Lo paradójico de este tipo de miedo primordial es que está anclado en nosotros con todos los secretos de la mecánica de la pareja y el proceso kármico que se le atribuye, no poder vivir con el cónyuge es de alguna manera un importante kármico.

Amor y reconexión

Otra paradoja que ya se explica a trazos en el título de este artículo: este miedo es autosuficiente hasta que para potencialmente interrumpir el ritual que normalmente debería restablecer el equilibrio.

Ya he explicado repetidamente en varios de mis artículos que el ritual no es responsabilidad exclusiva del practicante sino que el solicitante también debe llevar el ritual, es decir, inculcar la voluntad de uno para lograr el objetivo deseado.

En consecuencia la intrusión de un miedo resultante de una duda sólo puede interferir negativamente en las obras si no se comienzan a aniquilar los efectos perversos que actúan como un círculo vicioso que rompe esta dinámica necesaria entre el solicitante y el practicante.

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